Homenaje a uno de los pintores valencianos que abrió una brecha en la pintura impresionista en España.

En el ámbito popular no se sabe mucho de este artista y creo de justicia el poder dar a conocer su interesante obra llena de color y de espontaneidad.

Dividido en dos tipos de géneros pictóricos muy diferentes, Ignacio Pinazo cultivó mucho el retrato pero también pintó con gran libertad.

Julio 2019.

Siempre he creído que el proceso creativo diario de  un artista es de lo más interesante dentro de su producción.

Ese trabajo de apuntes, bocetos, cuadros pequeños, rápidos e inacabados que forman parte del crecimiento, estudio y desarrollo de cada pintor, es de lo más interesante para conocer el interior y cómo está formado cada artista.

Se trata por decirlo de algún modo de ensayos donde se descubren muchas cosas que el artista posteriormente pone en práctica en obras de mayor tamaño y definición.

Se trata de un trabajo necesario en la vida del artista, y se llegan a juntar centenares de estos trabajos que en ocasiones no ven la luz hasta pasados años o incluso siglos. Este es el caso de Ignacio Pinazo y por ello he decidido dedicarle unas líneas a este tipo de obras.

Tal y como ocurre con otro artistas, Ignacio Pinazo tuvo que dedicarse a otros oficios paralelos a la pintura para poder ganarse la vida.

Debido a que nació en el seno de una familia muy humilde en Valencia desde temprana edad, y dada su afición a la pintura y todo lo relacionado con lo artístico se dedicó a pintar abanicos muy utilizados por entonces o a decorar azulejos, algo muy frecuente en Valencia dado que la alfarería y la porcelana decorativa es algo muy arraigado en Valencia.

Pinazo es una excepción por decirlo de alguna manera, dentro de los artistas españoles del siglo XIX ya que despunta con una gran libertad en la ejecución de alguna pintura y mantiene la importancia del retrato.

También como muchos pintores de la época para su formación viaja a Italia una vez terminada su primera etapa de formación académica en la Real Escuela de Bellas Artes de San Carlos en Valencia.

En Italia toma referencias e interés de la pintura impresionista de la época en el país que con un grupo de pintores conocido por el nombre de los «Macchiaioli». Este curioso nombre que en español significa «Manchadores» , dado el estilo libre y suelto de su pintura en ocasiones muy abocetada, hace mella en Ignacio Pinazo.

Una vez más, un término con cierto desprecio dedicado a un tipo de pintura realizado por un crítico se hace famoso y cobra fuerza al igual que ocurrió con el término «Impresionistas» realizado con desprecio por un periodista al contemplar la obra de Claude Monet «Impresión, Sol naciente» y que posteriormente se hizo imparable y cambió el panorama artístico.

En 1876 es pensionado por la Diputación de Valencia para continuar sus estudios en Roma.

Es allí donde trabaja en algunas obras de temática histórica muy de moda en aquel entonces.

Con una obra de tema valenciano e histórico en la que Jaime I El Conquistador entrega la espada a su hijo en sus últimos momentos de vida también gana la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid.

El apellido Pinazo comienza a hacerse famoso dentro del panorama artístico nacional.

A través de estos premios le surgen encargos de pintura costumbrista y de género así como retratos y a la vez le conceden numerosos títulos y nombramientos en diferentes provincias como Valencia por supuesto, Alicante, Barcelona o Madrid. 

Pero estudiando su obra hay una gran diferencia entre las pinturas realizadas en su juventud con las más tardías. Se aprecia el cambio de género y la libertad con la que pinta en los últimos años.

Una libertad audaz en técnica y en tema. Siempre tuvo a sus hijos como modelos para realizar apuntes en pequeños lienzos o tablitas.

Pintaba escenas espontáneas retratando a sus hijos en tareas cotidianas en cualquier momento del día.

Creo que este tipo de trabajos eran los que realmente llenaban al artista, trabajos muy personales donde no tiene que agradar a nadie salvo a el mismo.

Esto mismo le ocurre a Mariano Fortuny con su pinturas al final de su vida de un estilo suelto muy cercano al Impresionismo que no pudo conocer.

Ignacio Pinazo se quejaba en los últimos años que esas impresiones que ahora estaban de moda, ya las hacía él hace años y los que ahora alagaban esa pintura entonces le criticaron de modo feroz.

Creo que ese trabajo de apunte, de estudio, generalmente en pequeño formato es de un valor incalculable ya que refleja la personalidad más auténtica del artista. Recientemente se ha realizado en el Museo Sorolla de Madrid una exposición en la que se muestran todos estos trabajos rápidos que son como instantáneas de Joaquín Sorolla reseñando la importancia de este tipo de obras.

Es en esta época donde se muestra un Pinazo más verdadero con pequeños cuadros con grandes contrastes de luz y sombra, con pinceladas y empastes de color muy sueltos plasmando escenas de todo tipo y donde se puede ver el modo de ver y entender el Arte según el artista valenciano.